Allí también la gente quedó asombrada de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. …Una vez más, ellos no pudieron responder. Lucas 4:32, 14:6
¡Qué increíbles son las parábolas! Son como cápsulas de liberación prolongada. Entran en tu corazón, y cuando menos acuerdas ya liberaron su sustancia activa y ¡pelas! ¡Has quedado atrapado! Pienso en la parábola del Buen Samaritano (que veremos), Cuando el fariseo, que realmente no amaba, ni quería amar, a su prójimo como a sí mismo, y por ende, queriendo zafarse, le pregunto a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”—¡como si no supiera!— Con la parábola como respuesta, ¡ni cuenta se dio y Jesús ya le había metido a un samaritano hasta la cocina! El equivalente moderno sería que un judío queriendo zafarse de la responsabilidad de amar a su prójimo frente a Jesús, Jesús le metiera un palestino hasta la cocina sin que él se diera cuenta.
Las parábolas son como un boomerang que Jesús lanza frente a ti, y tú piensas que va a ir a pegarle a alguien más, cuando, súbitamente, ya viene de regreso y te da en la dura cabezota. Son proyectiles guiados por calor que pueden leer tu huella infrarroja y ante los cuales estás indefenso. No estoy exagerando.
¡Y es que Jesús es un genio! Las personas de esta época piensan en Jesús como una buena persona, de buenos sentimientos, amoroso y misericordioso, y sin duda lo es. Quizás no tan brillante por ser un idealista, según ellos. No están acostumbrados a pensar en Jesús como un genio más grande que Einstein. Por lo mismo, no debemos dejarnos a acorralar por los intelectuales de nuestra época. Jesús es un genio. No solamente conoce la fórmula para liberar la energía del átomo —E= mc2— él creó la energía del átomo y puede resolver cualquier ecuación con los ojos cerrados.
Por si no estás acostumbrado a pensar en Jesús como un genio, puedes empezar a hacerlo. Él es el Maestro de maestros y todos los ganadores de premios Nobel son como niños de kinder delante de él.
«Señor Jesús, la gente de este mundo no reconoce lo brillante que eres en cualquier campo del conocimiento humano, por sofisticado y actualizado que parezca. Tú eres el Autor del intelecto humano. Yo quiero aprender a verte, no solamente como un Salvador espiritual, sino como un genio del intelecto. Ya no diré que “las cosas de Dios no son de la razón.” ¡Claro que lo son! Además también son de la emoción, y del corazón y del Espíritu.»
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