El Espíritu Santo le dijo a Felipe: «Acércate y camina junto al carruaje». Hech. 8:29
La intuición natural nos “codea” para ir en una dirección, nos indica oportunidades o nos alerta cuando hay peligro. Nos hace estar alerta en ciertas situaciones o frente a ciertas personas, y relajarnos en otras. Provoca la respuesta reflexiva de pelear o huir, enfrentar o evitar, que estudiamos en la escuela. No todo el mundo sigue sus intuiciones, pero algunas personas lo hacen, obteniendo, muchas veces, buenos resultados.
La forma en que el Espíritu Santo muchas veces se asemeja a la intuición, a los presentimientos y las corazonadas. A menudo se siente como ese sexto sentido o como “mariposas en el estómago” —de hecho, los científicos le llaman al aparato digestivo el Segundo Cerebro pues está tan innervado que reacciona con facilidad a los estimulos emocionales. La gente de habla inglesa le llama a estas corazonadas “gut feeling,” sensación en la tripa.
Pero, el Espíritu Santo es mucho más que intuición, presentimiento o corazonada. El trabaja plantando pensamientos en nuestra mente, como con Felipe al inicio de esta reflexión. El es como un “apuntador” que nos inclina en una dirección, nos impulsa, nos pone intenciones en el corazón.
Simeón era un hombre que esperaba la venida del mesías. Le fue revelado que no moriría sin antes verlo. El día que el bebé Jesús fue presentado el Espíritu Santo lo guió a ir al templo y allí lo conoció. Lo interesante es cómo se describe esa guianza en las diferentes versiones de Lucas 2:27. Creo que nos ayuda a entender como guía del Espíritu:
Ese día, el Espíritu lo guio al templo (NTV).
Movido por el Espíritu fue al templo (LBLA).
El Espíritu hizo ir a Simeón al área del templo (PDT)
El Espíritu Santo le ordenó a Simeón que fuera al templo. (TLA)
El Espíritu hizo que le dieran ganas de ir (mi versión).
Esta variedad nos indica que no es fácil describir como opera el Espíritu, pero, a la vez en conjunto, nos da una buena idea de cómo actúa el Espíritu al dirigirnos.
El Espíritu Santo sintoniza a los creyentes con las respuestas de Dios y evoca una paz extraordinaria que nos permite hacer lo que Dios quiere, aún cuando tenemos miedo. El ministro presbiteriano E. Paul Hovey ha dicho: «Jesus les prometió a sus seguidores que el “fortalecedor” estaría con ellos para siempre. Esta promesa no es una canción de cuna para los de débil corazón. Es una transfusión de sangre para vivir valerosamente.»
Recuerda que cultivar la presencia del Espíritu Santo y desarrollar la habilidad de distinguir su voz lleva tiempo y práctica. Mantente abierto, paciente y en oración en tu travesía de discernimiento.
«Señor, dame la paciencia y la perseverancia para aprender a distinguir tu voz de modo que con la práctica esté yo muy familiarizado con la forma en que me hablas y pueda discernir más exactamente tu voluntad para mi vida…»
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