El Corazón de Dios II
- Gabriel Miyar
- 15 oct 2024
- 2 Min. de lectura
Si tan solo mi cabeza fuera una laguna
y mis ojos una fuente de lágrimas,
lloraría día y noche
por mi pueblo que ha sido masacrado! Jeremías 9:1
Una de las cosas más valiosas que encontramos en el Antiguo Testamento son esos pasajes que describen el corazón partido de Dios. Y uno de los lugares en el Antiguo Testamento donde más sucede esto, quizás sorprendentemente, es en los profetas. Quizás creemos que sólo tratan de pesimismo y juicio, pero hay mucho más allí.
A menudo los profetas hablan de su tristeza al ver a Israel apartarse de su llamado y acarrearse el juicio inminente. Les partía el corazón porque le partía el corazón a Dios. El profeta, ocupando el lugar de Dios, no sólo entregaba el mensale de Dios, sino que compartía el corazón de Dios.
Jeremías, tan cercano al latido del corazón de Dios era un verdadero profeta, por lo que a menudo cuando leemos sus palabras es difícil distinguir si es el profeta el que habla o Dios. El profeta compartía el corazón de Dios, y lo que partía el corazón de Dios partía su propio corazón.
Sufro con el dolor de mi pueblo;
lloro y estoy abrumado de profunda pena.
Jer. 8:21
El profeta decía lo que tenía que decir, aun si se trataba de noticias devastadoras de juicio y destrucción. No era algo en lo que se regodeara, sino algo por lo que lloraba. El profeta amaba a Dios, pero también amaba al pueblo de Dios. Así que el hablar de juicio venidero, era un trabajo sumamente doloroso.
Como el profeta se deleitaba en la justicia de Dios, hablaba con valor del juicio venidero. Pero, como compartía las entrañas de misericordia y compassion de Dios, le partía el corazón hacerlo.
El rabino Abraham Herschel decía: “Tan apasionado como era el amor del profeta por la gente, éste era impulsado primordialmente por lo que Dios sentía hacia Israel… el profeta estaba completamente consciente de su nexo emocional con Dios” Y continúa, “el profeta no era sólo alguien dominado por un sentido del bien y del mal. Era también una alma de extrema sensibilidad al sufrimiento humano. Al tiempo que lanzaba las palabras más ásperas de juicio venidero, estaba abrumado por lo que le esperaba a su gente.”
“¿Dónde están los jeremías de hoy? ¿Dónde están aquellos hombres y mujeres que están tan sintonizados con el corazón de Dios que lloran por los pecados de la nación?”—pregunta un pastor contemporáneo.
«Señor, Ayúdame a que mi corazón lata con el tuyo. Pon en mí un celo por ti, por tu dolor y justa ofensa. Ten misericordia de mi pueblo, tan envuelto en la maldad.»
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