Nuestra identidad es un gran mosaico conformado por cientos de facetas que combinan de una manera perfecta en un todo maravilloso que refleja la imagen de Dios. Y también refleja nuestra esperanza en Dios.
Una de esas facetas es que somos aquellos que perseveran. En Hebreos 10:39 (NVI) dice: “Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.” Empezando por nuestra salvación, nosotros somos de los que continúan creyendo y avanzan pese a todos los obstáculos y tentaciones porque sabemos que tenemos un destino asegurado. Y esto, en lugar de llevarnos a una vida cómoda y descuidada, nos hace perseverar contra viento y marea.
Aunque sabemos que nuestra victoria final depende de Dios, también sabemos que no invalida nuestra perseverancia. Atesoramos y amamos la promesa: “Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.” (Fil. 1:6, NTV). Tenemos fe en que Dios nos presentará completos y perfectos delante de él al finalizar nuestro camino. Pero, a la vez, luchamos con todas nuestras fuerzas por mantenernos fieles y confiando en él.
Las pruebas y penurias, aunque pueden sacudirnos temporalmente, a la larga nos hacen más fuertes. El apóstol Pablo dice: “Por todos lados nos presionan las dificultades, pero no nos aplastan. Estamos perplejos pero no caemos en la desesperación” (2 Cor.4:8,, NTV).
Según el diccionario, perplejo significa: “Que uno está confuso y desconcertado y no sabe lo que debe hacer, pensar o decir.” Y hay momentos así en la vida en que las preocupaciones nos agobian y no sabemos qué hacer, pero aún en momentos así no nos desesperamos. Sabemos en quién hemos puesto nuestra esperanza y sabemos que nunca nos quedará mal. Como dice el mismo Pablo en 1 Timoteo 1:12, “¡porque sé en quién he creído!”
Así que aunque puede haber momentos en que nos sintamos desorientados y perplejos, sabemos hacia dónde voltear la mirada y en quien esperar y confiar hasta que las cosas vuelvan a aclararse y podamos ver bien donde pisamos.
Me quiero animarte a que sea cualquiera que sea tu situación pongas tu confianza totalmente en Aquel en Quien has creído. El afirma categóricamente a través de su apóstol: “Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás?” (Rom. 8:32, NTV).
Así que, ¡ánimo! Es tiempo de reafirmar nuestra identidad como aquellos que perseveran hasta el fin.
Gracias por tus comentarios.
A
Buenas noches Pastor Gabriel,
Apenas ando leyendo el blog de hoy y valió la pena la espera, ¡qué virtud tan grande es desarrollar la perseverancia! Y cómo cada faceta que mencionas del Plan de Dios perfecto nos ayuda a que èsto suceda.
Yo trabajo en un área de trámites y pueden tardar hasta un año o más según las dificultades que se presenten, pero es necesario esperar, trabajar, corregir, cambiar, orar, hasta que se concluya y se avance a lo que sigue.
Gracias por recordarnos las promesas de Dios, ¡Qué Él nos dio lo más valioso que tenía para salvarnos! ¡ Cuánto más, no podrá darnos, si en realidad ya lo dio todo!