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  • Foto del escritorGabriel Miyar

Disponibles al Espíritu

Pero en mi angustia, clamé al Señor;

sí, oré a mi Dios para pedirle ayuda.

Él me oyó desde su santuario;

mi clamor llegó a sus oídos.

Salmo 18:6


Además de la soledad persistente, todos a veces tenemos periodos de soledad, aun a pesar de tener familiares o el cónyuge a nuestro lado. Y es que podemos estar distanciados de nuestros seres queridos o lastimados por las personas más cercanas, lo cual crea barreras de aislamiento.


Cuando nos reunimos como iglesia no sabemos lo que la persona al lado nuestro lleva a cuestas. A veces es imposible ocultar la soledad y el dolor interno y se delata en el rostro, y en estos casos no debemos perder la oportunidad de preguntar si hay algo por lo que podamos orar por la persona. Pero, otras veces, la persona al lado nuestro puede tener un rostro sereno o aparentemente tranquilo y por dentro llevar una agonía. Y allí es donde es crucial cuando nos reunimos como congregación estar disponibles al Espíritu Santo para que nos use para traer algo de alivio a la gente con la que nos reunimos a adorar a Dios.


Quiero darte un testimonio anónimo de una hermana de la iglesia y de dos hermanas que sintieron la dirección del Espíritu Santo para hacer a un lado su propia necesidad y sintonizarse en el Espíritu con la necesidad de alguien más. Haciendo referencia al versículo que encabeza esta reflexión, una hermana me compartió la siguiente entrada de su diario personal:


“Pero en mi angustia, clamé al señor, si, ore a mi Dios para pedirle ayuda.” Estando en Florece en el 2022 yo estaba muy mal emocionalmente, estaba muy reciente [una dolorosa infelidad de su pareja]. Literal oré a Dios y le pedí que por favor necesitaba que mandara a una persona que orara por mi porque realmente me sentia muy mal y no tenia animos para nada, tenia una tristeza tan grande, un dolor, cuando se acerca una señora y me dice que si puede orar por mi y le habla a otra persona y las dos oran por mi y me dicen cosas tan significativas para mi. En ese momento yo le di gracias a Dios y creo que me sentí, aliviada sentí que yo era importante para Dios.”


¿Qué hubiera pasado si esa señora hubiera resistido o ignorado el impulso del Espíritu a acercarse y orar por alguien que ni conocía?


Yo le doy a gracias a Dios porque no dejó pasar la oportunidad y esto fue de tanta bendición para esta hermana sufriendo que le dejó una marca en su vida.


«Señor, ayúdanos a estar sensibles a las necesidades de los demás. Enséñanos a ser guiados por el Espíritu Santo. Queremos ser usados para aliviar el dolor y la soledad en la medida que nos sea posible. Amén.»

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