En cuanto a mí, que nunca me jacte de otra cosa que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Debido a esa cruz, mi interés por este mundo fue crucificado y el interés del mundo por mí también ha muerto. Gálatas 6:15
Pablo está hablando estas palabras en un contexto de jactancia. En los dos versículos anteriores había dicho: “Los que tratan de obligarlos a circuncidarse lo hacen para quedar bien con otros. No quieren ser perseguidos por enseñar que solo la cruz de Cristo salva. Ni siquiera los que luchan a favor de la circuncisión cumplen toda la ley. Solo quieren que ustedes se circunciden para poder jactarse de ello y decir a todos que ustedes son sus discípulos” (vv. 12-13).
Estos judaizantes que perturbaban a los creyentes de Galacia actuaban con una doble motivación mundana. No querían ser señalados por tener convicciones diferentes. Entonces se amoldaban a su cultura (en este caso su cultura judía). Los demás judíos creían que podían salvarse por obedecer la ley y rechazaban lo que Cristo hizo en la cruz. Estos perturbadores no se atrevían a ser diferentes y poner su confinaza sólo en el sacrificio de Cristo. No querían ser criticados y rechazados. Por otro lado, querían tener un séquito de seguidores. Una cartera de discípulos para aumentar su prestigio.
Esta es una de las grandes tentaciones al vivir en el mundo. Podemos vivir con el temor de ser diferentes a nuestros congéneres, nuestros compañeros, nuestros amigos. No queremos que nos señalen como “raros” o distintos. Queremos su aprobación. Muchas veces, también queremos fama y prestigio. Pablo era así antes de conocer a Cristo. Por eso puede hablar con tanta autoridad al respecto.
Cuando Pablo conoció a Cristo “crucificó” su vida pasada. Ahora sólo quería una clase de vida: la que resultaba de la cruz de Cristo. Pablo ve la cruz como un instrumento de corte. La cruz lo separó del mundo. Apagó por completo su interés por el mundo y sus valores y aspiraciones. Y una vez que Pablo se pasó al bando de Cristo, el mundo también perdió todo interés en él. Ese joven fariseo que pudo haber sido muy famoso como rabí y muy rico (porque si eras famoso, eso aportaba ganancias sustanciosas), quedó eliminado de la lista del mundo.
Hoy te invito a que tengas la misma actitud de Pablo. Si tu verdaderamente le entregaste tu vida a Cristo, tu interés por el mundo debe irse extinguiendo. Te aseguro que si has sido abierto en cuanto tu fe, también tú le has dejado de importar al mundo.
«Señor, hoy vengo ante tu cruz para recordar lo que sucedió allí. Tú fuiste rechazado por el mundo y crucificado, y eso nos dio vida eterna. Aquí también yo fui crucificado para el mundo y el mundo fue crucificado para mí. Haz que cualquier vestigio de interés en mi corazón por las cosas de este mundo desaparezca. Te lo pido en el nombre de Cristo Jesús, amén.»
Resulta difícil perder el interés por el mundo, solo el saber que estamos muertos para el nos puede llevar a esa total pérdida.
Gracias Pastor
Arturo M.