En este mundo maligno, debemos vivir con sabiduría, justicia y devoción a Dios, mientras anhelamos con esperanza ese día maravilloso en que se revele la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Tito 2:12-13
Haciendo un poquito de tarea hallamos que la palabra piedad o devoción, o el concepto que hemos adoptado en su lugar de “una vida dedicada a Dios,” describe el equilibrio adecuado entre creencia y conducta. La integración de lo que creemos y el comportamiento que surge de esta convicción. La devoción integra las dimensiones internas (fe, convicción) y externas de la vida (conducta).
En las cartas pastorales de Pablo (1 y 2 Timoteo, Tito), la palabra piedad o devoción describe la vida cristiana como la constante interacción de la fe en Cristo y el estilo de conducta que surge de esa relación. Todo esto concuerda con lo que hemos venido diciendo del patriarca Enoc. Su íntima comunión con Dios (fe, dimensión interna) se traducía en un estilo de vida que buscaba agradar a Dios (conducta, dimensión externa).
En estas cartas, la vida dedicada a Dios se vive de una manera activa e intencional:
“Y se nos instruye a que nos apartemos de la vida mundana y de los placeres pecaminosos. En este mundo maligno, debemos vivir con sabiduría, justicia y devoción a Dios. (Tito 2:12).
El resultado visible en la vida de un creyente que vive dedicado a Dios es que se apartará de la vida mundana y los placeres pecaminosos.
La implementación de la devoción en la vida toma una forma práctica:
“Pero, si ella [la viuda] tiene hijos o nietos, la primera responsabilidad de ellos es poner en práctica la sumisión a Dios [devoción] en su hogar y retribuir a sus padres al cuidarlos. Esto es algo que le agrada a Dios.” 1 Timoteo 5:4
El resultado práctico en la vida de un hijo o un nieto que vive dedicado a Dios es cuidar a sus padres y abuelos y proveer para sus necesidades. No siempre se trata de algo místico. Una vida dedicada a Dios produce una conducta práctica.
«Señor, enséñame a llevar una vida completamente dedicada a ti. Que de nuestra relación surjan los frutos de carácter y las acciones correctas que demuestran mis convicciones.»
Guíanos Señor, Amén!