“No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece, el mundo Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones.”
A penas iba empezando el mensaje y sentí como esas palabras cimbraban mi corazón, una parte de la cita de 1 Juan 2:15-17.
De inmediato pensé: ¿Ese podría ser yo?, ¿Yo amo las cosas de este mundo? Mi respuesta automática fue que no, sin embargo, algo me incomodaba, y es que la realidad de muchas de mis peticiones y necesidades con Dios tiene que ver con tener más logros y tener más posesiones. Dios ha sido bueno y fiel, pero yo soy como un barril sin fondo, siempre quiero más y mejor.
“¿Qué tanto nos dura el gusto por las cosas nuevas?
Muchas personas viven dominadas por ese “deseo insaciable.” ¡Ah! Me volvió a pegar la predica y nuevamente me pregunté: ¿Yo estaré dominado por ese deseo insaciable? La respuesta muy honesta y sincera fue sí.
Le pedí perdón a Dios porque ahora lo veía.
La predica del domingo pasado para mí fue un mensaje que impactó mi mente, mi corazón e incluso cómo veo y percibo el mundo, mis anhelos y afectos. Fue un mensaje totalmente contrario a lo que he aprendido en libros, podcast, conferencias y platicas de motivación. Incluso va en contra de esa mentalidad “ganadora” de “¡cómete el mundo!” Directamente fue un mensaje donde Jesús nos habla de tener cuidado sobre lo qué anhelamos.
Gabriel citó a William Hendriksen: “A la persona verdaderamente dedicada a Dios no le interesa hacerse rica, posee recursos internos que le proveen riqueza más allá de lo que el mundo puede ofrecerle.”
¿Por qué si yo me dedico a Dios me interesa tanto volverme rico? ¿De qué verdades me estoy perdiendo? ¿Por qué deseo tanto lo que veo? Quizás sin darme cuenta me he dejado engañar por filosofías superficiales del éxito que ofrece el mundo y mi corazón se descalibró. Mis deseos y afectos se descalibraron.
Gabriel siguió lanzando versículos que, aunque me dolían, recalibraban mis deseos y afectos conforme al estándar de Dios y al mismo tiempo me liberaban, porque todas esas verdades retumbaban en mi espíritu y aligeraban mis cargas, ya que anhelar volverse rico y tener más logros y posesiones se convierte en una carga muy pesada (los que también buscan intensamente eso conocen bien ese peso) se convierte en un afán que esclaviza y llena de insatisfacción.
Tomando en cuenta todos lo dicho, te animo a que vuelvas a calibrar tu corazón a la luz de estas verdades. Tu mente se aclarará y soltarás esa carga de “necesitar” tenerlo todo. Ora conmigo:
«Señor Jesús, te pido perdón por dejarme llevar por todas esas ideas del mundo que me tienen deseando insaciable mente lo que este ofrece. Enséñame a disfrutar de las riquezas eternas que tú has puesto en mi alma. Amén.»
Diego Willy
Buena Palabra Wlli.
Gracias de verdad 🙏🏼
Arturo M.