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  • Foto del escritorGabriel Miyar

¡Búscame!

Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, Señor». Salmo 27:8


El sábado en Destino Juan Mejías nos hablaba de buscar a Dios de todo corazón. “Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme” (Jer.29:13). Ayer Jesiah en Norte nos hablaba de cuando Jesús se “aparece” en nuestras vidas, en los lugares menos “religiosos,” un jardín, un viaje, una playa, buscando revelarse a nosotros. Fue un mensaje muy conmovedor que nos tenía con los ojos rasados y sintiendo que nuestro corazón “ardía en nuestro interior”. Nos envió derechito al lugar secreto con un anhelo de arrancar la semana cultivando la presencia de Nuestro Señor Jesús. Sin decirlo así, nos recordó que nuestra vida es una vida espiritual centrada en la persona de Jesús. Una vida espiritual que debemos cultivar todos los días.


Entonces recordé lo que una mujer me enseñó hace muchos años acerca de “La Vida Espiritual” en un librito que se llama La Vida Espiritual (si, ya sé). Una vida espiritual no es algo místico reservado para unos pocos. Una vida espiritual es simplemente una vida en la que todo lo que hacemos surge del centro, donde estamos anclados en Dios: Una vida completamente empapada con una clara sensación de Su realidad y de Sus prerrogativas sobre nosotros. Una vida entregada voluntariamente al gran mover de Su voluntad.


La mayoría de nuestros conflictos y dificultades, decía ella, vienen de tratar de manejar el aspecto espiritual y el aspecto práctico de nuestras vidas de forma separada, en lugar de verlas como partes de un todo. Si nuestra vida práctica está centrada en nosotros mismos, no podemos esperar que nuestra vida espiritual sea diferente.


Si nuestra vida práctica está centrada en nuestros propios intereses, entilichada por nuestras posesiones, asediada de tal manera por los problemas que se nos amontonan que se nos olvida que somos más que vasos de barro frágil —como decía tan poderosamente Juan Mejías ayer en Patria olvidando la gloria de ser la habitación de Jesús en nuestras propias circunstancias, y nuestra propia ciudad, no podemos, insisto, esperar que nuestra vida espiritual sea diferente. El hogar de la gloria de Jesús en nuestro interior no está construido sobre planos divididos, con particiones aisladas y a prueba de sonido.


Así que, empecemos esta semana respondiendo de corazón a la gran atracción de Su gloriosa presencia. Nuestra vida espiritual, definida como acabo de hacerlo, es el Gran Asunto que ocupa los pensamientos e intenciones de nuestro amoroso Señor Jesús. Busquémoslo con todo el corazón, con todo el alma, con toda la mente y con todo nuestro cuerpo, un todo integrado e indivisible.


Gracias por sus comentarios.


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Ana Luisa Galindo
Ana Luisa Galindo
22 abr

Gracias querido Pastor por ayudarme a comprender que mi vida exterior se nutre de mi vida interior. El anhelo más grande de mi corazón es ser una con Cristo y amarlo y servirle con todo lo que soy, espíritu, alma y cuerpo, para gloria de Su Nombe.

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