Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto; pero él puso la mano derecha sobre mí y me dijo: «¡No tengas miedo! Yo soy el Primero y el Último. Apoc. 1:17
El domingo pasado hablamos acerca del primero de los tres componentes que constituyen una vida dedicada a Dios o una vida piadosa y devota, como se decía anteriormente. Se trata del “temor de Dios” (los otros dos componentes son el amor de Dios y el deseo por Dios, que veremos sucesivamente).
A su vez, podríamos decir que el temor de Dios se compone de dos actitudes básicas: Asombro, fascinación y éxtasis ante la gloriosa majestad de Dios y un temor sano ante la realidad de que Dios corrige a sus hijos. Hoy hablaremos de la primera. Mañana, Dios primero, de la segunda.
Asombro, fascinación y éxtasis ante la gloria y la santidad de Dios. Los pastores de los diferentes campus y los predicadores mencionaron pasajes como aquel donde Pedro cae de rodillas frente a Jesús, que acaba de realizar el milagro de la Pesca Milagrosa; cuando todos los discípulos se llenan de temor al ver a Jesús caminando sobre las aguas y calmando la tempestad; el pasaje donde el apóstol Juan en al principio del libro de Apocalipsis tiene una visión de Jesús en su gloria y cae como muerto, y otros pasajes.
En todos estos pasajes la gloria, el poderío y la santidad de Dios hacen que la persona que los presencia se ubique en su pequeñez y pecaminosidad. Esta clase de temor es la reacción que corresponde al tener una revelación de la gloria indescriptible de Dios. El Cántico de Moisés y del Cordero en Apoc. 15:3-4 es un maravilloso ejemplo de esto:
3 «Grandes y maravillosas son tus obras,
oh Señor Dios, el Todopoderoso.
Justos y verdaderos son tus caminos,
oh Rey de las naciones.
4 ¿Quién no te temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Pues solo tú eres santo.
Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti,
porque tus obras de justicia han sido reveladas».
¿Notaron ese “¿Quién no te temerá, Señor?” en el v. 4? Aún en el cielo habrá esta clase de temor reverente.
Los Serafines en la visión celestial del profeta Isaías en el capítulo 6 de su libro se cubrían el rostro con dos de sus salas ante la gloriosa presencia de Dios, sentado en su trono, rodeado de deslumbrante esplendor, mientras el recinto se llenaba de humo y los cimientos del templo se sacudían. La reacción natural de Isaías nos da una idea de lo que es esta clase de temor cuando exclama: «¡Ay de mí, que estoy perdido!» (NVI). «¡Esta es mi muerte! Porque soy un pecador de boca impura!» (NBV).
«Señor, no me voy esperar a tener una experiencia sobrenatural de revelación. En este mismo momento por la revelación de Tu Palabra iluminando mi imaginación, mi corazón me hace contemplar tu esplendor y majestad, y me postro ante ti maravillado de tu gloria y santidad. ¡Te adoro, mi Señor y mi Rey!»
Bendito el que viene en el nombre del Señor. El que es, el que era y ha de venir. A ti mi Poderoso Gigante todo el Honor,el Poder y la Gloria 🙏🏻 💕 por los siglos de los siglos.AMEN!!